Sucedió en la Universidad de Oxford,
Inglaterra. Un joven académico terminaba su curso. Dichoso, alegre, feliz,
diploma en mano, abrazó a su profesor y le dijo:
-
¡Muchísimas
gracias, maestro. Me siento definitivamente formado para la vida, dispuesto con
la educación que he recibido!
-
Pues
yo hijo mío, solo ahora estoy iniciando la mía.
Dos posiciones. Dos puntos de vista.
Dos actitudes. Un joven menos culto que el maestro se considera doctor y su formación concluida. Y el maestro
humilde, recordando delicadamente que apenas iniciaba la larga jornada en el
arte de vivir.
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